jueves, 23 de noviembre de 2017

Esculpir, pulir y terminar

Erase una vez un tiempo en que la nada reinaba el todo, ni siquiera existían las semillas. Sólo el silencio que se formaba del movimiento mudo con el veneno de la esterilidad del suelo de los cuerpos desconocidos, en aquel entonces, egoístas.





Sólo luz lejana, infinito y la libertad de no caer en el fondo de la nada, estaban presentes. Fue el gran inicio de los tiempos. Los orígenes de la luz. Pero el mar y el cielo, tuvieron que esperar, el caos aún no sabía si subir a los cielos o descender a los infiernos, tal cual inicio. Estaba todo en gestación. Sólo lo circular, acogía fetos que ni siquiera el vacio sabía si nacerían o no.

No había cavernas, piedras o algún plano que contuviera algún dibujo o referencia que nos diera una señal de lo que vendría. Las direcciones estaban en el imaginario de la nada, o de aquello que había existido en el plano anterior, sin certeza.

No había materia desafiante que se atreviera a romper leyes, y por lo mismo, el movimiento era muy rudimentario. Estaba estrictamente prohibido borrar, eliminar o reemplazar lo que flotaba esterilmente entre el cielo y la oscuridad. Los astros estuvieron siempre, las constelaciones, surgieron despues.

Porque el inicio debe enfrentarse a todo aquello que murió y lucha por renacer, para que se produzca el milagro. Este suceso extraordinario y maravilloso no puede explicarse a través de nuestra comprension, nuestra colección de leyes, entendimiento o espiritu terrenal. El paso siguiente es que este milagro, una vez producido, se eleve. Por eso, es preciso contemplar las estrellas, alabar las copas de los arboles, y todo aquello que busque unir la tierra y el cielo, y de esta manera, se produzca al fin, el esperado milagro, el inicio, la partida, la "elevación vertical".